Hay
una diferencia, por supuesto, con esta nueva dirección en la historia de la
lucha.
Lo
que sucedió en la derrota de Georges St-Pierre a manos Matt Serra en su momento,
fue que él no apareció en Good Morning America para anunciar la pelea para
empezar. Tampoco fue el primer varón en conquistar un título de la UFC, ni fue el
catalizador para la existencia misma de la división de las 170 libras. No fue
él quien dio la plataforma a Serra. No estaba invicto, ni era considerado por
el resto del mundo en general como novelístico e invencible. No tenía a Beyoncé
citando sus declaraciones de inspiración durante sus conciertos, ni tampoco
apareció como invitado de SportsCenter. No hubo un Jimmy Kimmel
entrevistándolo, ni camafeos de la WWE, ni best-sellers del New York Times. Sus
palabras no provocaron un efecto dominó a través de la cultura pop. Él no alteró
el pensamiento acerca de la imagen corporal y la sexualidad, ni saltó a través
de las barreras de género. Él no era un pionero o un salvador de este deporte.
La gente (fuera de Canadá) no lloraba en histeria cuando entraba en una
habitación.
No,
cuando Matt Serra lo venció, sólo demostró que todo es posible en una pelea.
Cuando
Ronda Rousey fue noqueada por Holly Holm, la noche del sábado en Melbourne, fue
la posibilidad la que recibió el golpe; fue la estrella más brillante en el firmamento
del juego, la que se estaba desvaneciendo ante nuestros ojos. Era profundamente
diferente. Todas las ilusiones sobre su inmortalidad se vinieron abajo, no sólo en Rousey mientras caía a la lona, sino también en el público hipnotizado.
La
conmoción colectiva no fue sólo en el aspecto histórico de lo que estaba en juego,
sino en la gran crebilidad de habernos dejado llevar. La grandeza no permanece por
mucho tiempo en perfectas condiciones, lo sabemos, sin embargo, fue muy
divertido ignorar esto!
Y,
por supuesto, los deportes están en su máximo esplendor, cuando llegan a esos
niveles. Cuando las narrativas deforman la realidad y la gente comparte una
ilusión mientras esta dura.
Todo
el mundo sabe que no existe la invencibilidad, especialmente en las peleas
donde existen premios, pero con Ronda estábamos dispuestos a hacernos los
ilusos. Ella era un tipo de estrella diferente, ella se encontraba por delante
de sus contemporáneas; ella no ha sido sino simplemente embriagante desde que ascendió
al título de la UFC, después de que la Strike-Force
adquiriera el pago por evento; Joe Rogan dijo que no era una peleadora única de
una generación, sino una peleador única en la historia; él estuvo a punto de
llorar, cuando ella publicó en su podcast la actualización de su valor
histórico.
El
hechizo se extendido a su socio, Mike Goldberg, que justo en el momento en que Holm
se encontraba destruyendo a Rousey, gritó torpemente, "se necesita una
gran cantidad de energía para ser una estrella de rock!" tal fue el desafortunado
olvido de esos seis minutos antes de que Rousey cayera.
Debe
haber sido un largo, pero largo vuelo camino de regreso a los Estados, tanto
para los ejecutivos de la UFC como para el personal. Solo hay que imaginar la
naturaleza profunda de que todo lo que se perdió; significa un amanecer lento,
apareciendo una serie de olas nauseabundas, una tras otra. Aquí va esto, aquí
va esto otro; Mier… Rousey ya no es la tormenta perfecta, ya nunca más se podrá
comercializar de la misma manera nuevamente.
Una
estrategia perfectamente ejecutada, fue todo lo que se necesitó para humanizar a
Rousey, quien se encontraba en la cúspide, con destino al cementerio de los inmortales
del deporte, de todos los tiempos; sí ella ya logró cruzar ese umbral, el
tiempo lo dirá.
Pero
Holm ahora ostenta el cinturón, una imagen impensable en el período previo;
permaneció en movimiento y castigó la agresividad de Rousey, que por cierto fue
mucha, cuando llegado el momento de atacar, lo hizo sin contemplaciones; Holm
fue brillante; ella fue todo lo que la gente no pensaba que fuera; que estaba
preparada, que pudiera aprovechar la oportunidad, que fuera superior. Esa imagen
de la patada a la cabeza va a perdurar para siempre.
Y
la devastación de esa patada a la cabeza cambió todo; la división de peso gallo
femenil, está ahora abierta para todas de nuevo. La celadora está fuera. Hubo
regocijo por parte de todo el mundo, desde Cristiane Justino pasando por Miesha
Tate hasta Amanda Nunes después. Esta pequeña imagen tomó mucho color.
La
UFC 200, la fecha inevitable para la próxima defensa del título de Rousey en
julio, ahora está colgando por ahí, como una fecha de redención; aun cuando
esta le llegue su próxima oportunidad, la idea de su trascendencia vital, que es
una luchadora sin paralelo, dentro las peleas, ya no está en disputa.
¿Cómo
responderá? Ese es el nuevo drama, pero va a ser diferente. Los fanáticos reaccionarios
están más preocupados por su respuesta que aquellos fanáticos de ocasión, pues
ahora han visto que lo impensable se convierte pensable. La esencia de su
encanto ahora pertenece a Melbourne. No puede ser lo mismo nuevamente. Las
cosas van a estrechar.
No
es que no hubiera mucho de poético en la UFC 193; hay mucha inspiración en ver a
alguien catalogado como no favorito, caso Holm, que aparezca en su mejor forma,
en el momento exacto para que todo se acentúe sobremanera. Si Rousey inspira a
las jóvenes a ser como ella, Holm inspira a todos los que han estado soñando
despiertos para golpearla.
Y
es difícil no apreciar modelo de la UFC para llevar acabo los enfrentamientos, en
todo esto. Sean Shelby y Joe Silva retadores de lo escrito, ellos creen que
pueden vencer al campeón. Ellos no protegen a nadie, al menos no por mucho
tiempo. Esto no es boxeo; El UFC hace a sus campeones vulnerables en todo
momento. Es en esa apuesta que la esencia de estas cartas se destaca. El UFC
vende vulnerabilidad, así como invenciblilidad. Holm fue programada para
enfrentar Rousey.
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