viernes, 4 de abril de 2014

Monumento en honor a Iwo Jima...




Cada año me contratan para ir a Washington, D.C. con un grupo de octavo grado de Clinton Wisconsin, lugar donde crecí, para video grabar su viaje. Disfruto muchísimo ir de visita a la Capital de nuestro país y cada año me llevo de regreso memorias especiales. Este viaje de otoño fue especialmente memorable.


La última noche de nuestro viaje, nos detuvimos ante el memorial de Iwo Jima. Este memorial está considerado como la estatua de bronce más grande del mundo y representa una de las fotografías más famosas de la historia, la de seis valientes soldados izando la bandera de los Estados Unidos, en la cima de una colina, en la isla de Iwo Jima, Japón, durante la Segunda Guerra Mundial.


Más de cien estudiantes y sus chaperones, saltaron en avalancha desde los autobuses y se dirigieron hacia el memorial. Noté una silueta solitaria de pie frente a la base de la estatua y mientras me acercaba, él preguntó: “De donde son ustedes?”


Le respondí que éramos de Wisconsin. “Hey, me dijo, yo también soy un Cabeza de Queso”. Vengan, acérquense, Cabezas de Queso y les contaré una historia.


Era James Bradley (escritor norteamericano que ha publicado 4 libros, tres de ellos sobre la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico), quién por suerte estaba en Washington, D.C. para hablar en el memorial al día siguiente. Él se encontraba esa noche ahí frente al memorial, para “darle las buenas noches a su padre, quién había fallecido”. Él estaba a punto de marcharse cuando vio los autobuses estacionarse. Yo lo grabé en video mientras nos hablaba y recibí su permiso para compartir, a través de mi filmación, lo que dijo. Una cosa es pasear ante los monumentos increíbles, con tanta historia detrás de ellos en Washington, D.C. y otra muy diferente, recibir la case de perspectiva que recibimos esa noche. 


Cuando todos nos habíamos reunido, él comenzó a hablar con reverencia. (Aquí están sus palabras esa noche).


Mi nombre es James Bradley y soy de Antigo, Wisconsin, mi padre está en esa estátua y yo escribí un libro titulado “Las Banderas de Nuestros Padres”. Es la historia de los seis muchachos que ven detrás de mí.


“Seis muchachos izaron la bandera. El primer muchacho, el que está enterrando el asta en el suelo es Harlon Block, él era un jugador de futbol americano “all-state” (seleccionado del estado). Él se enlistó en los Cuerpos de Marines junto con todos sus compañeros “senior” (esto es, los estudiantes de último año); ellos se preparaban para “jugar” otro tipo de juego, un juego llamado “guerra”, pero resultó no ser un juego. Harton a la edad de 21, murió con sus intestinos en la mano, no les cuento esto para asquearlos, lo comento porque hay gente que se para frente a esta estatua y habla acerca de la “gloria de la guerra”. Ustedes muchachos necesitan saber que la mayoría de los muchachos en Iwo Jima tenían 17, 18 y 19 años de edad y, fue tan duro lo vivido por ellos, que aquellos que sí regresaron vivos a casa, nunca le hablan ni a sus familias acerca de ello.


(Apuntando hacia la estatua) ¿Ven a ese muchacho de ahí? Ese es René Gagnon, de New Hampshire. Sí le quitaran el casco a René, en el momento en que esta foto fue tomada, y miraran en la pretina del casco, encontrarían una foto... una fotografía de la novia de René, que puso él ahí, como protección, porque él tenía miedo. Él tenía 18 años. Eran solo muchachos quienes ganaron la batalla de Iwo Jima, muchachos, no hombres.


“El siguiente muchacho aquí, el tercer muchacho en este cuadro, era el sargento Mike Strank, él es mi héroe, era el héroe de todos estos muchachos; lo llamaba “viejo” porque estaba tan viejo, ya había cumplido 24 años. Cuando Mike los motivaba en el campo de entrenamiento,       


No les decía “Vamos a matar algunos japoneses” ni tampoco “Vamos a morir por nuestra patria”, él sabía que le estaba hablando a un puñado de jóvenes, casi niños, en vez de eso les decía “Hagan lo que les digo y yo los regresaré a casa con sus madres”.


“El último muchacho en este lado de la estatua es Ira Hayes, un Indio Pima de Arizona. Ira fue uno de los jóvenes que sobrevivió para salir de Iwo Jima. Él fue a la Casa Blanca junto con mi padre, el Presidente Truman le dijo “Eres un héroe” y él le comentó a los reporteros “¿Cómo puedo sentirme un héroe, cuando de los 250 de mis compañeros que llegaron a la isla junto conmigo sólo 27 de nosotras salimos vivos?”     


Así que, ustedes agarran a su clase en la escuela, 250 de ustedes, que comparten todo un año divirtiéndose, haciendo todo juntos, entonces, todos ustedes, los 250 llegan a la playa, pero sólo 27 de ustedes salen vivos. Eso era Ira Hayes. Él tenía imágenes de horror en su mente, él llevó consigo a casa, el dolor y eventualmente murió alcoholizado, boca abajo, ahogado en un charco poco profundo, a los 32 años de edad (diez años después de que tomaron esta fotografía).


Nota de Jim: Johhny Cash escribió una canción acerca de Ira Hayes y luego se hizo una película acerca de él.


El otro muchacho, del otro lado de la estatua, es Franklin Sousley de Hilltop, Kentucky. Un divertido y adorable “muchacho montañés” (hillbilly boy). Su major amigo, de 70 años de edad (en ese entonces) me dijo “Sí, tú sabes, llevamos dos vacas a la parte alta del pórtico de la tienda Hilltop General Store, luego amarramos alambre alrededor de las escaleras, para que las vacas no pudieran bajar, luego les dimos de comer Sales Epson (sales minerales que se utilizan para diferentes cosas), esas vacas se la pasaron defecando toda la noche”. Sí, él era un divertido y adorable “muchacho montañés”. Franklin murió en Iwo Jima a la edad de 19. Cuando el telegrama dirigido a su madre para informarle de su muerte llegó, este lo hizo a la tienda Hilltop General Store. Un muchacho con los pies descalzos llevó corriendo el telegrama hasta la granja de su mamá. Los vecinos pudieron escuchar los gritos de dolor durante la noche y hasta el amanecer, dichos vecinos vivían a un cuarto de milla de distancia.   


El siguiente muchacho, al continuar caminando al rededor de la estatua, es mi padre, John Bradley, de Antigo, Wnsconsin, donde fui criado. Mi padre vivió hasta 1994 pero nunca daría entrevistas. Cuando los Productores de Walter Cronkite o el New York times hablaban, estábamos entrenados para decir “No, lo siento, mi padre no está aquí, él se encuentra en Canadá de pesca. No, no hay teléfono ahí señor. No, no sabemos cuándo regresará”. Mi padre nunca pescó, ni fue a Canadá, normalmente él estaba sentado ahí, a la mesa, comiendo su sopa Cambell’s, pero teníamos que decirle a la prensa que había ido de pesca. Él no quería hablar con la prensa.


Bien, al igual que Ira Hayes, mi padre no se veía a sí mismo como un héroe. Todo mundo piensa que estos muchachos fueron héroes porque están en una foto y en un monumento. Mi padre lo sabía bien. Él era médico, era John Bradley de Wisconsin, él era una persona encargada de atender a los heridos en combate. En Iwo Jima, él quizás sostuvo en sus brazos, a más de 200 muchachos antes de que murieran; y cuando los muchachos morían en Iwo Jima, ellos se retorcían y gritaban a falta de medicina o de algo que los ayudara con el dolor”.


Cuando yo era niño, mi maestro de tercer grado me dijo que mi padre era un héroe, cuando me fui a casa y le dije a mi padre, me miró fijamente y me dijo, “Quiero que siempre recuerdes que los héroes de Iwo Jima son todos aquellos muchachos que no regresaron a casa, que NO REGRESARON!”.


“Así que esta es la historia de seis jóvenes muchachos, tres de ellos murieron en Iwo Jima y tres regresaron a casa como héroes nacionales.


En total, 7000 muchachos murieron en Iwo Jima en la peor batalla de la historia del Cuerpo de Marines. Mi voz se está “rindiendo”, así que aquí termino. Muchas gracias por su tiempo.


De pronto, el monumento no era solo una pieza enorme de metal con una bandera sobresaliendo en la punta, cobró vida delante nuestro, con aquellas palabras cordiales del hijo que en realidad tenía un padre que era un héroe, quizás no un héroe por las razones que la mayoría de la gente se imagina, no obstante, un héroe al final de cuentas.


Algo que aprendí mientras hacía el recorrido con mis estudiantes de 8vo. Grado en D.C., es algo que no se menciona aquí... sí miras la estatua con atención y cuantas las “manos” que izan la bandera, son 13, él simplemente dijo que la 13va. Mano representa la mano de Dios


 


 








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