viernes, 28 de febrero de 2014

Cuauhtémoc en su aniversario luctuoso.


Cuauhtémoc (náhuatl: cuāuhtēmoc, ‘el águila que desciende’cuāuhtli, águila; tēmoc, descender, caer, bajar’) (1496 – m. el 28 de febrero de 1525) fue el último tlatoani mexica de México-Tenochtitlan. Asumió el poder en 1520, un año antes de la toma de Tenochtitlan por Hernán Cortés y sus tropas.

El nombre Cuauhtémōc que significa literalmente 'Águila que descendió (se posó)' (náhuatl cuāuh(-tli) 'águila', temō- 'descender', -c PASADO). La forma honorífica de Cuāuhtémōc es Cuāuhtémōctzīn (el sufijo -tzīn se usa para designar una dignidad similar a "Don" o "Señor" en español).

Cuāuhtémōc hijo de Ahuizotl y primo de Moctezuma Xocoyotzin y, como Cuitláhuac, tendría que haber sido marido de su hija Tecuichpo (náhuatl, 'copo de algodón') al llegar ésta a la nubilidad. Cuando asumió el poder, los conquistadores ya habían sido expulsados de Tenochtitlan, pero la ciudad estaba devastada por el hambre, la viruela, y la falta de agua dulce. Cuauhtémoc llegaba a este momento tras haber sido tlacochcálcatl (jefe de armas) de la resistencia a los conquistadores, dado que desde la muerte de Moctezuma previo a la Noche Triste, se le identifica como líder militar de los mexicas.

Actuación durante la Conquista





Cuauhtémoc se dio a la tarea de reorganizar el ejército mexica, reconstruir la ciudad y fortificarla para la guerra contra los españoles, pues suponía que éstos regresarían a pelear contra los mexicas. Envió embajadores a todos los pueblos solicitando aliados, disminuyendo sus contribuciones y aun eliminándolas para algunos.

Los españoles regresaron un año después de haber sido expulsados y con ellos venía un contingente de más de cien mil aliados indígenas, la mayoría de ellos tlaxcaltecas, históricamente enemigos de los mexicas.

Después de sitiar Tenochtitlán por 90 días, el 13 de agosto de 1521, los españoles, que eran comandados por Hernán Cortés, lo capturaron en Tlatelolco.

Derrota, huida y captura

La canoa en la cual huían de Tenochtitlan él, su familia y sus más allegados guerreros, fue alcanzada por un bergantín español piloteado por García Holguín. Cuauhtémoc exigió ser llevado ante "Malinche" (así llamaban a Cortés los mexicas, que es un término patronímico de Malintzin su traductora indígena doña Marina).

 Una vez en su presencia, señalando el puñal que el conquistador llevaba al cinto, le pidió que lo matara con él, pues no habiendo sido capaz de defender su ciudad y a sus vasallos, prefería morir a manos del invasor. Este hecho fue descrito por el propio Hernán Cortés en su tercera carta de relación a Carlos I de España:

.."llegóse a mi y díjome en su lengua que ya él había hecho todo lo que de su parte era obligado para defenderse a sí y a los suyos hasta venir a aquel estado, que ahora hiciese de él lo que yo quisiese; y puso la mano en un puñal que yo tenía, diciéndome que le diese de puñaladas y le matase"...

Tercera carta de relación, Hernán Cortés

De acuerdo al cronista Francisco López de Gómara:

.."Cuauhtémoc entonces echó mano al puñal de Cortés, y díjole: "Ya yo he hecho todo mi poder para me defender a mí y a los míos, y lo que obligado era para no venir a tal estado y lugar como estoy; y pues vos podéis agora hacer de mí lo que qusierdes, matadme, que es lo mejor"..

Historia de la Conquista de México[]

Bernal Díaz del Castillo, en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, describió el suceso de la siguiente forma:

.."Señor Malinche: ya he hecho lo que soy obligado en defensa de mi ciudad y vasallos, y no puedo más, y pues vengo por fuerza y preso ante tu persona y poder, toma ese puñal que tienes en la cinta y mátame luego con él". (y el mismo Guatemuz le iba echar mano de él)

Historia verdadera de la conquista de la Nueva España[7]

De la importancia que los españoles concedieron al prendimiento de Cuauhtémoc, Tlatoani mexica, da idea la disputa entre García Holguín y Gonzalo de Sandoval por atribuirse el mérito de la captura, que ya veían reflejada en sus escudos de armas, como lo estuvo la cabeza de Cuauhtémoc, según Madariaga, en el escudo del propio Cortés.


El tormento



 

Leandro Izaguirre, El suplicio de Cuauhtémoc (1893).


A Cortés no le interesó en ese momento la muerte de Cuauhtémoc. Prefería utilizar ante los mexicas su dignidad de Tlatoani, ahora subsidiaria del emperador Carlos V y del propio Cortés. Así lo hizo con éxito, aprovechando la iniciativa y el poder de Cuauhtémoc para asegurar la colaboración de los mexicas en los trabajos de limpieza y restauración de la ciudad. En los cuatro años que siguieron, la administración codiciosa por parte de los españoles, la desconfianza en Cortés, y los temores del propio Cortés, le llevaron repetidamente a tomar decisiones indignas y finalmente le llevaron a aprobar el tormento y la muerte del último tlatoani azteca.

Primero fue el tormento, surgido de la codicia del oro: Bernal Díaz del Castillo, en su Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España narra detalladamente cómo cundió la desconfianza entre los españoles, al desmentir tercamente la realidad sus soñadas riquezas. El oro que habían obtenido en total (83 200 castellanos) no era suficiente para repartir de forma satisfactoria entre toda la tropa española, por lo que iniciaron suposiciones por parte de los mandos para obtener más oro. Algunos españoles juzgaron que después de la Batalla del Canal de los Toltecas, los aztecas habían recuperado el botín y lo habían echado a la laguna o lo habían robado los tlaxcaltecas o bien los propios soldados españoles. De ahí que fueran los oficiales de la Real Hacienda, y sobre todo el tesorero Julián de Alderete, y no Cortés, que se limitó a consentirlo, los que ordenaran —Bernal Díaz y López de Gómara así lo argumentan- el tormento de Cuauhtémoc y Tetlepanquetzaltzin. De acuerdo a los libros de Díaz del Castillo, López de Gómara y las acusaciones hechas a Cortés posteriormente en su juicio de residencia coinciden en que fueron torturados mojándoles los pies y las manos con aceite y quemándoselos. Según Bernal, Cuauhtémoc confesó que cuatro días antes "que le prendiesen lo echaron en la laguna, así el oro como los tiros y las escopetas que nos habían tomado a la postre a Cortés, y fueron a donde señaló Guatemuz a las casas en que solía vivir", de donde los españoles sacaron "de una como alberca grande de agua un sol de oro como el que nos dio Montezuma".

Fuentes posteriores atribuyeron a Cuauhtémoc sin respaldo alguno un estoicismo pleno mostrado en ese trance. El libro escrito por López de Gómara refiere que el "señor" que le acompañaba en la tortura le pidió permiso para hablar y cesar el tormento, a lo que Cuauhtémoc le miró con ira y lo trató con desprecio diciéndole: «si estaba él en algún deleite o baño».[

 Una novela histórica escrita por Eligio Ancona en 1870 popularizó la variante "¿Estoy yo acaso en un lecho de rosas?".

Tras el episodio de la tortura, Cuauhtémoc quedó tullido y cojeó, las heridas de Tetlepanquetzaltzin fueron peores.

El doctor Cristóbal de Ojeda fue quien curó las heridas al tlatoani. Años más tarde el médico declaró, durante el juicio de residencia de Cortés, que en el incidente se dio tormento a Cuauhtémoc "quemándole los pies e las manos".[

 El huey tlatoani vuelve sorprendentemente a su papel de noble mexica respetado y bien tratado, pero cautivo, cuyo prestigio y autoridad utiliza Cortés para el gobierno de los vencidos.

Como todos los súbditos recién conquistados, se intentó convertirlo al cristianismo, pero solo lo consiguieron hasta el día que le dieron muerte.

Si seguimos a Héctor Pérez Martínez, su nombre católico habría sido el de Hernando de Alvarado Cuauhtémoc; otras fuentes citan sólo el de Hernando o Fernando. Los conversos recibían el nombre de los padrinos, y Pérez Martínez supone que los de Cuauhtémoc fueron el propio Hernán Cortés y Pedro de Alvarado.

Solemnemente triste fue Cuauhtémoc. Un día un grupo de hombres blancos se abalanzó hasta él; y mientras que el Imperio de tal se sorprendía, el arcabuz llenaba de huecos el broquel.

Preso quedó; y el Indio, que nunca sonreía, una sonrisa tuvo que se deshizo en hiel. -"¿ En dónde está el tesoro ?" --clamó la vocería--; y respondió un silencio más grande que el tropel ...

Llegó el tormento... Y alguien de la imperial nobleza quejóse. El héroe díjole, irguiendo la cabeza:

-"¡ Mi lecho no es de rosas !"- y se volvio a callar. En tanto, al retostarle los píes chirriaba el fuego, que se agitaba a modo de balbuciente ruego, ¡porque se hacía lenguas como queriendo hablar!

José Santos Chocano.


Expedición a las Hibueras y muerte de Cuauhtémoc

En 1524, Cortés emprende viaje a las Hibueras (Honduras), en busca de uno de sus capitanes, Cristóbal de Olid. No es un viaje de rescate, sino de persecución: Cortés tiene constancia de que Cristóbal de Olid puede haberse confabulado con su viejo enemigo, el gobernador de Cuba Diego Velázquez, para poblar, conquistar y sobre todo obtener oro u otras riquezas en el sur, ignorándolo a él. Sabe Cortés que Cristóbal de Olid lo traiciona, de la misma forma en que él traicionó seis años antes a Diego Velázquez.

La expedición, enorme y cortesana, incluye desde ministriles (músicos de viento de la época) hasta médico y cirujano, pasando por suntuosas vajillas y cuberterías, y una piara que cierra la comitiva, para asegurar el avituallamiento. El contingente militar es, como ocurrió a lo largo de la conquista, más indígena que español, y en esta expedición más azteca que tlaxcalteca o de otros pueblos. No es de extrañar por tanto que en la expedición viajen varios notables aztecas, seguramente como mandos militares de esa tropa, y posiblemente también como embajadores y facilitadores de las relaciones con los pueblos de la ruta: Cuauhtémoc y Tetlepanquetzal son dos de ellos.

Una vez más, el miedo hará que Cortés tome una decisión indigna, criticada por sus soldados según nos cuenta Díaz del Castillo. Tras un año de viaje, y en un momento crítico para la expedición le llegan rumores de que Cuauhtémoc está conspirando en contra de los españoles, decidido a atacarlos. Según Cortés, un tal Mexicalcingo, ("Ciudadano honrado de esta ciudad de Temixtitlan" escribe Cortés a Carlos V, aclarando además que tras su bautizo se llama Cristóbal) se dirigió al capitán español para narrarle una larga, y un tanto fantasiosa, historia de conspiración de Cuauhtémoc, que se iniciaría con el asesinato de Cortés, continuaría con la rebelión contra los españoles en todo el país, y terminaría con el bloqueo de México... "hecho esto, pondrían en todos los puertos de la mar recias guarniciones de gente para que ningún navío que viniese se les escapase". No se sabe si Cortés magnificó en su quinta carta de Relación el alcance de la conspiración, para justificar la ejecución una vez consumada. El hecho es que sintiéndose vulnerable, decidió mandar ahorcar a Cuauhtémoc y al cacique de Tacuba, Tetlepanquetzal, que volvieron a encontrarse ante el verdugo. Esto ocurrió el 28 de febrero de 1525, en un lugar del estado de Campeche perteneciente a la provincia maya de Acalán identificado con el nombre de Taxahá (en el actual municipio campechano de Candelaria). Se ha mencionado también como posible sitio del ahorcamiento del emperador azteca, Itzancanath que pertenece al estado de Tabasco. El cadalso debió ser una ceiba, árbol sagrado de los mayas. Habían pasado cuatro años desde el fin del sitio de Tenochtitlan, y quizá los mismos desde que se torturó quemándoles los pies a los caciques a los que ahora se ejecutaban.

Tanto las fuentes españolas (Bernal Díaz) como las indias cuestionan los motivos aducidos por Cortés. Según Prescott, el propio Mexicalcingo negó posteriormente haber narrado la historia de la conspiración tal como la reflejó Cortés en su quinta carta al emperador.

Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, un historiador mexicano del siglo XVII, avala la realidad de la conspiración. Diego López de Cogolludo relata en su obra "Quauhtemoc confesó ser así, como los demás lo habían dicho; pero que no fue él principio de aquella consulta, ni sabía si todos fueron en ella ó se efectuaría, porque él nunca tuvo intención de salir con ello, que solo había pasado la conversación referida, Sin más probanzas, dice Bernal Diaz, que D. Hernando Cortés mandó ahorcar á Cuauhtemoc, y al señor de Tacuba, que era su primo; pero la Historia General de Herrera dice, que fue dada sentencia mediante proceso jurídico, y sentenciados á ahorcar Cuauhtemoc, Couanoctzin y Tetepanquetzal."

..estando para ahorcar al Cuauhtemoc, dijo estas palabras: "O capitan Malinche, dias ha que yo tenía entendido, él habia conocido tus falsas palabras: que esta muerte me habias de dar, pues yo no me la dí, cuando te entregaste en mi ciudad de Méjico; porque me matas sin justicia?"...

Conquista de Yucatán, Diego López de Cogolludo.

Cuauhtémoc es uno de los personajes más reconocidos por los mexicanos como héroe nacional. En todos los rincones de México su nombre se usa en toponimia y onomástica, y su imaginada efigie aparece en monumentos, que hacen alusión a su coraje en la derrota, al pedir la muerte por el puñal de Cortés, o en el tormento, al reclamar estoicismo a sus compañeros de tortura. El 28 de febrero de cada año, la bandera mexicana ondea a media asta en todo el país, recordando la muerte del prócer. A partir del siglo XIX su figura fue usada con fines nacionalistas, teniendo máximo ejemplo en la inauguración del Monumento a Cuauhtémoc obra de Miguel Noreña durante la dictadura de Porfirio Díaz.

El poeta mexicano Ramón López Velarde lo designa como el joven abuelo de México, y lo califica como único héroe a la altura del arte.

 

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